Cover Image for Cuando muera, por favor no creen una versión de mí en inteligencia artificial.

Cuando muera, por favor no creen una versión de mí en inteligencia artificial.

Déjame ir.

La reciente situación de un hombre de Arizona, víctima de un incidente de ira en la carretera, ha suscitado profundas reflexiones sobre el uso de avatares digitales basados en inteligencia artificial. En este caso, el avatar del fallecido, Christopher Pelkey, apareció para ofrecer un conmovedor discurso ante un juez encargado de dictar sentencia al responsable de su muerte. A pesar de que la representación digital capturó ciertos aspectos emotivos, presentó limitaciones evidentes, ya que la voz sonaba robótica y la animación carecía de fluidez. En este evento judicial, las palabras pronunciadas por el avatar no eran espontáneas del propio Pelkey, sino escritas por su hermana.

Este triste episodio plantea cuestiones morales acerca de la recreación digital de personas que han fallecido. Aunque puede parecer un gesto conmovedor, se cuestiona si realmente refleja las auténticas intenciones y sentimientos de los difuntos. La posibilidad de que tecnologías similares se utilicen en el futuro dentro de procesos legales y personales podría abrir la puerta a situaciones complejas. Ya se están viendo guiños en esta dirección, con familias buscando reanimar digitalmente a seres queridos para diversos propósitos, desde demandas colectivas hasta divorcios.

Recientemente, la familia de Jim Fagan, un respetado comentarista de la NBA, aprobó la recreación de su voz mediante inteligencia artificial para futuros eventos de la liga. A medida que este tipo de prácticas se normaliza, surgen preguntas sobre quién controla estas representaciones digitales y los riesgos inherentes a revivir la imagen de personas que ya no están.

Entiendo las motivaciones detrás de querer "revivir" a un ser querido, pero es crucial señalar que un avatar digital nunca será más que una réplica superficial. Aunque hay tecnologías que permiten crear interacciones más auténticas, la percepción de que se está devolviendo a la vida a alguien es engañosa. A medida que esta técnica avanza, es esencial que los individuos expresen públicamente su deseo sobre cómo se puede utilizar su imagen y voz en el futuro, ya que la disponibilidad de material en línea podría hacerlos vulnerables a su uso no autorizado.

Este es un terreno resbaladizo que podría llevarnos a una realidad desconcertante, donde nuestras identidades digitales podrían ser explotadas sin nuestro consentimiento.