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Imprimimos en 3D la pistola fantasma de Luigi Mangione. Todo fue completamente legal.

Tras el presunto asesinato de un CEO de salud a manos de Luigi Mangione utilizando una pistola parcialmente impresa en 3D, decidimos construir exactamente la misma arma y realizar pruebas de disparo con ella.

En un taller improvisado de un campo de tiro en Arabi, Louisiana, he estado construyendo un arma de fuego inspirada en un modelo 3D. La pistola, que estoy ensamblando, es una imitación del arma que supuestamente utilizó Luigi Mangione para assassinar al CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, en diciembre. Mi objetivo es experimentar y comprender hasta qué punto han avanzado las armas impresas en 3D en los últimos años.

La primera parte del proceso, imprimir la estructura de la pistola, resultó ser la más sencilla. Ahora, me enfrento al complejo desafío de acoplar todas las piezas metálicas y de polímero que faltan para que el arma funcione. Todo el material necesario ha sido adquirido en línea, incluyendo el sistema del gatillo, el deslizador y el cañón del pistol Glo.

Un conocedor de la impresión 3D de armas, que me guía a través del proceso, lleva un sudadero negro y una máscara que oculta su identidad. Mientras tratamos de encajar las piezas, él me instruye pacientemente sobre cada paso. Finalmente, consigo montar la parte superior del arma y, al tirar del deslizador, se coloca en su lugar. La tensión en la sala se siente mientras todos observan el momento de la creación de un nuevo arma de fuego hecha por mí.

Al finalizar la etapa de ensamblaje, me doy cuenta de que esta experiencia tiene similitudes inquietantes con un proyecto anterior: hace diez años, construí un "ghost gun" o arma fantasma, que es un término que designa armas sin número de serie construido en privado, lo que según las leyes de control de armas en los EE. UU. no se encuentra regulado de la misma manera que otras partes del arma.

Realicé la construcción de un AR-15 solo utilizando componentes de internet, lo que, a la luz de lo que se ha revelado recientemente sobre el uso de un arma similar, me lleva a cuestionar los mecanismos de control actuales. La disponibilidad de armas impresas en 3D ha crecido, y aunque algunos estados han implementado restricciones, a nivel federal la regulación sigue siendo endeble.

Me dirigí a un campo de tiro en Nueva Orleans, donde todo el proceso de construcción del arma y la prueba de disparo se ha llevado a cabo de manera legal, siguiendo las normativas locales. A pesar de que algunas partes del arma, como el silenciador, son ilegales de fabricar sin una licencia específica, el propietario del campo de tiro tiene dicha licencia y se asegura de que el proceso sea conforme a la ley.

Después de varios intentos de disparar, la pistola presenta ruidos de error, lo que hace necesario ajustar varias partes y comprobar la calidad de los materiales. Sin embargo, después de un rato, finalmente conseguimos que la pistola funcione de manera efectiva, con una serie de disparos que replican el funcionamiento de un arma convencional.

La experiencia de disparar el arma fue desconcertante y reveladora, llevándome a reflexionar sobre hasta qué punto la tecnología de impresión 3D ha permeado la fabricación de armas y cómo es posible que esto ocurra en un contexto donde las leyes no parecen haber evolucionado al mismo ritmo. Al final de la jornada, devolví las piezas en una estación de policía, reconociendo que mi experiencia representa no solo un desafío técnico, sino también un punto de inflexión en la conversación sobre la regulación de armas en los Estados Unidos.