Estos archivos LGBTQ+ desafían el olvido, preservando la memoria paso a paso.
En América Latina, las colecciones de historia LGBTQ+ representan una forma de resistencia. Proyectos comunitarios están utilizando los recuerdos de sus integrantes para combatir la violencia sistemática y exigir justicia.
La experiencia de ser queer a menudo implica sentirse invisibilizado. André Mere Rivera, director del Archivo de la Memoria Marica del Perú, señala que las comunidades LGBTQ+ tienen un trasfondo de borrado que se manifiesta a través de crímenes de odio, discriminación, falta de representación, violencia simbólica y la ausencia de protecciones legales. El proyecto liderado por Mere es parte de una creciente serie de iniciativas colaborativas en las que las comunidades LGBTQ+ de América Latina preservan y comparten sus luchas y logros. A través de la digitalización de fotografías, la recopilación de testimonios y la construcción de bases de datos de cartas y recuerdos personales, estas comunidades buscan mantener vivas sus historias, a pesar de haber enfrentado dictaduras, censura y estigmas.
Los miembros de estas comunidades investigan en bibliotecas y periódicos para mostrar cómo sus identidades han sido negadas. También reinventan el concepto de álbum familiar, creando versiones alternativas basadas en las redes de afecto. La tecnología se convierte en una herramienta para preservar la memoria, cuidar a las comunidades y reclamar justicia en un contexto donde los viejos prejuicios resurgen con la retórica de la extrema derecha.
En Argentina, por ejemplo, mujeres trans como Sonia Beatriz Hernández luchan por los derechos de su comunidad. Hernández, quien es una mujer trans y pertenece a la tercera edad, nunca imaginó que utilizaría un computador para digitalizar recuerdos en los que ella misma aparece. Forma parte del Archivo de la Memoria Trans Argentina, una iniciativa que no solo preserva la historia de la disidencia de género y sexual, sino que también ha inspirado a otros en América Latina y el Caribe a crear sus propias colecciones.
“El archivo nació de la necesidad de encontrarnos y saber que estamos vivas”, explica María Belén Correa, fundadora y directora del Archivo. Este espacio une las luchas pasadas con las demandas actuales de las comunidades trans. Mere también destaca que crear un archivo es una manera de afirmar la presencia de estas comunidades: “No somos todos iguales, ni meros cuerpos, ni una idea traída de afuera. Hemos existido desde mucho antes y hemos vivido situaciones que exigen justicia”.
La tarea de conservar la memoria sigue activa para Aldri Covarrubias, gerente del Archivo de la Memoria Transmasculina de México, quien expresa que la lucha persiste. Los archivos LGBTQ+ en América Latina proporcionan una perspectiva de la vida cotidiana y de los esfuerzos activistas, así como de momentos íntimos. La ola de archivación que comenzó en Argentina desafía la noción misma de herencia compartida, buscando dar voz a lo que ha permanecido silenciado o estigmatizado.
En el Archivo de la Memoria Trans de Argentina, se ha promovido un enfoque que recuerda el modelo de las Abuelas de Plaza de Mayo, que fueron fundamentales en la búsqueda de la verdad sobre los niños desaparecidos durante la dictadura militar. Este esfuerzo se refleja en ceremonias de archivación en un contexto donde el estado intentó destruir todas las pruebas de sus crímenes.
Con el tiempo, el Archivo de la Memoria Trans de Argentina evolucionó desde ser un grupo cerrado en Facebook a convertirse en un espacio de exposición donde se incluyen retratos íntimos de amigos ausentes. Actualmente, cuenta con más de 100 colecciones documentales con aproximadamente 25,000 artículos. Esta labor es autofinanciada a través de proyectos y ventas de libros.
Las iniciativas de archivación en países como Perú y México también han florecido. El Archivo de la Memoria Transmasculina de México, por ejemplo, se basa en un principio de cooperación y búsqueda de memorias compartidas. Covarrubias reflexiona sobre la escasez de trabajos que abordan la transfeminidad, lo que motivó su iniciativa de construir un archivo propio.
La digitalización de materiales no solo permite la conservación de la memoria histórica, sino que también conecta a diversas generaciones. Para muchos involucrados en estos proyectos, el trabajo archivístico es un acto de resistencia ante la violencia y la censura que aún enfrentan las comunidades LGBTQ+.
A medida que las voces disidentes son silenciadas, estos archivos se vuelven cruciales para preservar la historia y crear un espacio para que futuras generaciones conozcan las luchas que sus antepasados han atravesado. A través de la transparencia en la archivación se busca garantizar que no se repita el olvido y que la memoria colectiva perdure en el tiempo.