
Científicos indígenas luchan por salvaguardar sus datos y su cultura.
Tienen preocupación por la posible pérdida de su investigación.
Cada mes, un grupo de científicos indígenas de diversas partes del mundo se reúne a través de Zoom, sin agendas predefinidas. Se encuentran como colegas para conversar y compartir los retos que enfrentan en la academia occidental. Sin embargo, la reunión de febrero tomó un giro diferente cuando Max Liboiron, profesora en la Universidad Memorial de Terranova y anfitriona de estas videollamadas, recordó que todos expresaron preocupación por el futuro de sus carreras y el financiamiento de sus estudiantes. Liboiron, con experiencia en activismo y en la administración académica, entró en modo de emergencia, alarmada por las implicaciones de las políticas en curso.
Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, Liboiron ha utilizado sus habilidades de respuesta rápida para apoyar a sus colegas en Estados Unidos. A pesar de que la ley federal reconoce a muchas naciones tribales como entidades políticas soberanas, esto no ha impedido que Trump incluya a los pueblos indígenas en sus ataques a la diversidad, equidad e inclusión. Investigadores indígenas de todo el país, junto con las comunidades a las que sirven, enfrentan la pérdida de financiamiento crucial para la ciencia, lo que podría perjudicar su capacidad para adaptarse a los cambios climáticos. La preocupación se extiende a la posible pérdida, robo o privatización de su conocimiento ancestral a medida que el gobierno podría usar sus datos en su contra, justificando vigilancia o extracción de recursos en sus tierras.
La conversación sobre la soberanía de datos indígenas comenzó en los años noventa, subrayando la necesidad de un control más efectivo sobre cómo el estado representa y recolecta información acerca de ellos. Al finalizar la angustiante charla de febrero, Liboiron realizó una encuesta para identificar las necesidades del grupo, resultando en la urgente demanda de servidores para almacenar datos digitales. Este grupo se enmarca dentro de un movimiento continuo por la soberanía y la gobernanza de datos indígenas, que busca determinar quiénes tienen acceso a su información, que abarca desde ADN ambiental hasta grabaciones de historia oral.
El acceso a datos se ha vuelto aún más incierto desde la incursión de Elon Musk en información federal sensible. Mientras los investigadores buscan nuevas fuentes de almacenamiento, han empezado a utilizar soluciones en la nube más seguras. Liboiron se ha movilizado para asegurar esos recursos, contando con aliados como Angie Saltman, presidenta de una empresa tecnológica canadiense que prepara servidores seguros para datos indígenas.
Sin embargo, la soberanía de datos indígenas no se limita a la tecnología, sino que también implica el derecho a proteger y gestionar sus culturas y autonomías. La confianza entre investigadores y comunidades indígenas, así como entre los pueblos indígenas y el gobierno federal, es fundamental y requiere tiempo para establecerse. Estrategias como contratos entre universidades y comunidades indígenas aseguran que estas últimas se beneficien de los proyectos de investigación.
A pesar de la adversidad presentada por la administración Trump, la investigación y la colaboración han avanzado. Por ejemplo, la cooperación entre las tribus Tulalip y el Departamento de Salud en Washington permite a las comunidades indígena acceder directamente a informes de salud y datos críticos en medio de emergencias climáticas.
Investigadores como Darren Ranco de la Universidad de Maine están integrando la perspectiva indígena en sus estudios sobre el cambio climático, trabajando junto a comunidades para recopilar y analizar historias orales y datos ambientales sin sacrificar los derechos sobre la información.
Por su parte, Desi Small-Rodriguez está trabajando para eliminar barreras legales que impiden a tribus como la Nación Cheyenne acceder a datos sobre el medio ambiente y los recursos. Con desafíos en torno a la recopilación gubernamental de datos, la clave es cómo devolver estos datos a sus comunidades originales.
La creciente globalización y la cooperación entre indígenas de diversas partes del mundo reflejan un compromiso por parte de estas comunidades de unirse y aprender unas de otras en la búsqueda de soluciones ante una crisis compartida.