
Descubrí mi antiguo iPod Classic en una caja de zapatos, pasé la semana grabando CDs en iTunes y ahora no puedo volver a Spotify.
En mi país, este iPod tiene la edad suficiente para comprar una cerveza de manera legal.
Al revisar mi resumen anual de Spotify, me doy cuenta de dos cosas principales: la cantidad de horas que paso escuchando música y el variado repertorio de canciones, incluyendo algunas que apenas recuerdo haber escuchado. Esto me lleva a reflexionar sobre cómo a veces subestimamos el arte de la música.
Recientemente volví a mi casa de la infancia, que está siendo organizada para una próxima mudanza. Mientras limpiaba mi habitación, encontré un iPod Classic cubierto de polvo, que aunque aún funciona (de alguna manera, más adelante explicaré), no pude evitar sentir nostalgia. Tras investigar un poco, parece que es el modelo de 2007 con 80 GB de almacenamiento.
Este iPod fue durante años el receptáculo de miles de canciones, ya que en mi adolescencia me apasionaba la música. Era habitual gastar mis ahorros en CDs y luego transferir la música a iTunes para escucharla en mi dispositivo. Sin embargo, no lo había tocado en más de diez años, especialmente después de descubrir el uso de plataformas de streaming, que rápidamente eclipsaron mi colección de CDs y mi iPod.
Al redescubrir el iPod en esta era de streaming, donde parece que cualquier conexión con la música pierde su valor, decidí emprender la tarea de revitalizar mi experiencia musical.
La tarea de reacondicionar el iPod no fue sencilla. Localizar el viejo cable cargador fue todo un reto, y una vez que logré conectarlo, descubrí que el dispositivo había sido completamente borrado. Mi ordenador de escritorio, que previamente había usado para sincronizar el iPod, también se había quedado sin nada. Pasé horas quemando CD tras CD de mi grandiosa colección a mi laptop, aunque este sacrificio valió la pena ya que había planeado vender o donar mis discos.
Quemar discos es un proceso que consume bastante tiempo. Aunque mi laptop podía conseguir la música a una velocidad decente, había momentos en que tardaba una eternidad. A pesar de que iTunes me introdujo de nuevo al orden de mis canciones, también surgieron varios problemas. Lamentablemente, la aplicación a veces no asigna correctamente las carátulas de álbumes y clasifica - erróneamente - discos con múltiples artistas como compilaciones, lo que resultó en una reorganización tediosa.
Después de varios días de trabajo, logré sincronizar miles de canciones, pero no sin dificultades. Cada vez que intentaba hacer una sincronización completa, el iPod se quedaba atascado y, en ocasiones, se reiniciaba por completo. Al final, descubrí que era mejor ir agregando las canciones de a una. Fue un proceso minucioso, pero finalmente logré que mis 3,000 canciones estuvieran listas para su uso.
Escuchar música en el iPod fue una experiencia que me hizo reflexionar sobre la diferencia con el streaming. Si bien mi acceso a Spotify me permite explorar millones de canciones, el iPod me ofrecía una selección más limitada y, a su vez, una mayor apreciación de lo que realmente disfrutaba. Sin las recomendaciones digitales constantes, comencé a disfrutar de discos completos, dándole la oportunidad a cada artista de ser escuchado sin distracciones, lo que me hizo pensar sobre la importancia de la secuencia de una lista de canciones en un álbum.
Sin embargo, mi experiencia no estuvo exenta de inconvenientes. Noté que algunos temas perdieron segundos al ser transferidos, y la duración de la batería del iPod fue decepcionante, apenas alcanzando de 5 a 8 horas. Esto, sumado a la dificultad de encontrar CDs y la posible necesidad de gastar más dinero para actualizar mi biblioteca, plantea la pregunta sobre la viabilidad de utilizar el iPod como mi dispositivo principal para escuchar música.
Pese a estos inconvenientes, el iPod se ha convertido en una herramienta invaluable para desconectarme. Disfruto de usarlo para tener una mañana sin pantalla, en mis caminatas o en paseos por el supermercado, permitiéndome crear un espacio sin distracciones digitales.
Después de un mes con el iPod, me di cuenta de que había explorado gran parte de su biblioteca, y la limitación de canciones es tanto una ventaja, facilitando una conexión más profunda con la música que amo, como una desventaja, dado que eventualmente necesitaré adquirir más CDs para mantener la variedad.
A pesar de las pequeñas frustraciones y quiebres en el camino, el iPod me ha enseñado a valorar de nuevo la música en un contexto más intencional, aunque sigo reconociendo que su uso tiene sus límites frente a las opciones de streaming más contemporáneas.