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Cómo la industria agrícola vigiló a los activistas de derechos de los animales y presionó al FBI para clasificarlos como bioterroristas.

Durante años, un influyente grupo de lobby agrario proporcionó información sobre activistas al FBI. Documentos indican que ha habido un esfuerzo de más de diez años para considerar al movimiento por los derechos de los animales como una amenaza de “bioterrorismo”.

Un extenso análisis de correos electrónicos y documentos internos ha revelado que destacados cabilderos y representantes de la industria agrícola en Estados Unidos han liderado una campaña sostenida y, a menudo, encubierta para vigilar, desacreditar y reprimir a las organizaciones de derechos de los animales durante casi una década. Esta estrategia incluyó el uso de espías corporativos que se infiltraron en reuniones y actuaron funcionalmente como informantes del FBI.

Los documentos, en su mayoría obtenidos a través de solicitudes de registros públicos por parte de la organización sin fines de lucro Property of the People, muestran una colaboración secreta y prolongada entre la Dirección de Armas de Destrucción Masiva (WMDD) del FBI y la Animal Agriculture Alliance (AAA), una agrupación comercial que representa los intereses de granjeros, ganaderos, veterinarios y otros actores de la cadena de suministro alimentario en EE. UU. Desde al menos 2018, se ha documentado que la AAA ha proporcionado a agentes federales información sobre las actividades de grupos de derechos de los animales, como Direct Action Everywhere (DxE). Los correos electrónicos y actas de las reuniones reflejan la misión más amplia de la industria, que consiste en convencer a las autoridades de que los activistas representan la principal amenaza de "bioterrorismo" en el país.

Los espías que trabajaron para la AAA durante esta colaboración fueron parte de reuniones de activismo, donde obtuvieron fotografías, grabaciones de audio y otro material estratégico. Las conexiones de la AAA con la aplicación de la ley se utilizaron para proteger a los actores de la industria de la supervisión pública, impulsar investigaciones contra sus críticos más influyentes y reformular los esfuerzos de los manifestantes de derechos de los animales como una amenaza de seguridad nacional.

Además, los registros indican que las autoridades estatales han citado protestas como justificación para ocultar información sobre brotes de enfermedades en fábricas de animales al público. Zoe Rosenberg, estudiante de UC Berkeley e investigadora de crueldad animal en DxE, expresó su sorpresa ante el trabajo encubierto de estos grupos con la policía, señalando que deberían ser los investigadores de crueldad animal los que tengan la atención de las fuerzas de seguridad.

DxE es una organización de base dedicada a acciones directas no violentas, incluyendo operaciones encubiertas que a menudo implican el rescate de animales y la documentación de prácticas que consideran inhumanas. Rosenberg, que enfrenta cargos por el rescate de pollos de un matadero, destacó cómo los protocolos de bioseguridad que implementan son mucho más rigurosos que los estándares de la industria.

Para reunir inteligencia sobre DxE, la AAA ha monitorizado a la organización durante años. Documentos confidenciales revelan que operativos encubiertos de la AAA se infiltraron en reuniones y alimentaron al grupo con reportes diarios sobre actividades de protesta. Durante una reunión de la AAA en 2018, se discutió la necesidad de desarrollar información "protegida", así como la intención de contratar a alguien para asistir a un congreso de DxE en Berkeley.

Para finales de 2019, la AAA había recurrido significativamente a alegaciones de "bioterrorismo" para solicitar aún más intervenciones de las fuerzas del orden. Al inmiscuirse en estas dinámicas, el documento también sugiere que los reclamos de bioterrorismo eran utilizadas para promover objetivos específicos de políticas en EE. UU., como declarar que las instalaciones ganaderas son "zonas prohibidas para vuelos".

A medida que las protestas se intensificaban, el enfoque en el control de la narrativa en torno a la crueldad animal y la enfermedad en las fábricas de animales también se volvió más evidente. Las comunicaciones internas revelaron preocupaciones sobre cómo informar al público sobre brotes de enfermedades, con funcionarios sugiriendo retrasar notificaciones por el temor a que los activistas pudieran aparecer en el área.

En resumen, la colaboración entre la AAA y el FBI ha permitido a la industria agrícola silenciar a los críticos, mientras que las alegaciones de bioterrorismo han servido para justificar acciones legales contra activistas y proteger intereses comerciales. Sin embargo, investigaciones externas han cuestionado la validez de las pruebas de que estos activistas representen un riesgo real para la bioseguridad.