
Hace cinco años, el silicio de Apple transformó para siempre el mundo de la informática, marcando el inicio del fin de mis días como usuario de Windows.
Lo lograste perfectamente.
Han transcurrido cinco años desde que Apple presentó su arquitectura Apple Silicon durante la WWDC virtual, marcada por la pandemia global. Este evento, aunque careció del impacto visual del CEO Tim Cook revelando en persona las novedades, fue significativo por su visión de un ecosistema unificado de Apple, integrando hardware y software en una sola plataforma.
El cambio de Apple hacia nuevas plataformas de hardware no era inédito, ya que previamente había migrado desde IBM y Motorola a Intel hace catorce años. Sin embargo, esta transición fue diferente. Con una preparación meticulosa, Apple reescribió todas sus aplicaciones internas utilizando XCode y colaboró con grandes compañías como Microsoft y Adobe para asegurar que las aplicaciones de terceros funcionaran en el nuevo hardware revolucionario. Además, se lanzó un kit de transición para desarrolladores y Rosetta 2, una capa de compatibilidad para facilitar la migración de aplicaciones no optimizadas para Arm.
Desde el principio, el potencial de esta arquitectura de cinco nanómetros que consume menos energía era evidente. Apple prometía llevar la duración de la batería de las MacBook a un nuevo nivel, con hasta 17 horas de uso. Aunque existían preocupaciones sobre el rendimiento gráfico, se confiaba en la solidez de los chips A de Apple utilizados en dispositivos móviles. El cambio era comparado a optimizar un sistema que utilizaba múltiples fuentes de energía a uno con un combustible extremadamente eficiente.
A pesar de la promesa de innovación, no estaba dispuesto a cambiar de Windows a Mac. Mi experiencia con Macintosh en los años 80 fue superada por mi adaptación al sistema operativo Windows en la década de 1990, donde la familiaridad y la comodidad eran clave, a pesar de sus limitaciones en duración de batería y otros problemas técnicos.
Cinco meses después del anuncio, los desarrolladores empezaron a recibir el kit de transición, permitiéndoles crear aplicaciones universales para todos los sistemas con Apple silicon. Al probar el MacBook Air con el chip M1, se reveló un rendimiento impresionante que superaba a muchos modelos Intel. La duración de la batería variaba entre 15 y 20 horas, lo que me hacía reflexionar sobre el potencial de transformación de dicho sistema.
Sin embargo, la transición a macOS era un desafío. Temía que mis aplicaciones esenciales no fueran compatibles y que Apple no completara la transición en el plazo previsto. Resultó que mis preocupaciones eran infundadas. Para 2023, el Mac Pro había adoptado el chip M2 Ultra, y la amplia disponibilidad de aplicaciones adecuadas me sorprendió gratamente.
Tres años en el camino hacia Apple silicon, decidí reemplazar mi equipo por el MacBook Air M2, documentando la experiencia. A pesar de algunos obstáculos relacionados con las diferencias entre los sistemas operativos, rápidamente me adapté a los nuevos comandos y atajos. En poco tiempo, me di cuenta de que usar el Mac se volvía natural y me preguntaba si volvería alguna vez a Windows. La respuesta es que no.
Si Apple no hubiera cumplido con las expectativas del lanzamiento de Apple silicon, mi historia hubiera sido distinta. Sin embargo, la visión de Apple para facilitar la transición y el lanzamiento de productos como el MacBook Air M1 mostró su compromiso hacia esta nueva dirección. La compañía ha seguido desarrollando y mejorando sus chips, manteniendo una ventaja en rendimiento y eficiencia.
En resumidas cuentas, el impacto de Apple silicon no solo ha transformado la industria de la computación, sino que también ha cambiado mi propia experiencia. Me alejé de un sistema que amaba, y no tengo intenciones de regresar. La cuota de mercado de Apple ha crecido gracias a esta innovación, y parece que lo mejor aún está por venir.