
Después de diez años usando un Apple Watch, he experimentado cambios inesperados en mi vida.
Su éxito no es fortuito.
El Apple Watch se ha convertido en un compañero cotidiano, tocando mi piel casi constantemente, incluso acompañándome a la cama, algo que no hago con otros dispositivos. Esta conexión ha evolucionado desde que la smartwatch de Apple se presentó en septiembre de 2014 y la primera vez que la utilicé en marzo de 2015. No esperaba que su uso se volviera tan habitual ni que transformara mis rutinas diarias.
Mi relación con el iPhone es muy diferente. Interactuar con el teléfono es sumergirse en un océano de información y actividades. Dedico tiempo a diversas aplicaciones, revisando correos y redes sociales. En cambio, la interacción con el Apple Watch es más pasiva; lo miro para conocer la hora y recibir notificaciones discretas en mi muñeca. Aunque es un vínculo más sutil, su influencia es innegable.
El Apple Watch ha impactado en mis hábitos, como el recordatorio diario para "ponerse de pie", que ha sido clave en un contexto en el que se reconoce que estar sentado es perjudicial. A veces ignoro estos avisos en momentos inapropiados, como en el teatro o durante eventos de lanzamiento de productos, pero cada vez que descarto la notificación siento un leve remordimiento y a menudo termino poniéndome de pie.
Uno de los cambios más notables ha sido en mi enfoque hacia el ejercicio. Antes hacía actividad física sin ningún tipo de seguimiento, pero ahora me encuentro ansioso por cerrar mis "Activity Rings". Aunque no me fijo mucho en cada uno de sus elementos (Mover, Ejercicio, Parado), siento satisfacción al completarlos. Esta gamificación me ha llevado a esforzarme por cerrar los anillos, buscando esa pequeña recompensa que provoca un subidón de dopamina.
El Apple Watch también ha sido fundamental en la forma en que navego. Dado que suelo perderme fácilmente, confío en la navegación GPS y tener las direcciones en mi muñeca ha sido transformador. Siento que al recibir una vibración antes de un giro, estoy mejor orientado, aunque en realidad aún me pierdo a menudo.
En cuanto a la tecnología de sueño, gracias a la nueva serie Apple Watch Series 10, he podido llevarme el reloj a la cama. Antes, otros smartwatches me resultaban incómodos para dormir, pero este diseño ligero ha cambiado mi forma de descansar. Aunque no analizo demasiado mis estadísticas de sueño, sí valoro los informes que me indican que he alcanzado mis metas de descanso.
El Apple Watch no solo es cómodo y práctico: también ha incorporado funciones como la capacidad de realizar llamadas, lo que a veces me hace sentir como el detective Dick Tracy de las tiras cómicas del siglo XX. A pesar de que no es común que tome llamadas desde el reloj, en ocasiones es la opción más rápida y efectiva.
El tiempo ha pasado rápidamente, y me he acostumbrado a usar el Apple Watch para tareas que antes hacía manualmente, como establecer un temporizador. Hace una década, no estaba seguro de que el Apple Watch fuera a ser tan aceptado socialmente como lo es hoy. Hubo dudas sobre su necesidad, dado que muchos llevábamos nuestro teléfono en el bolsillo.
Sin embargo, el Apple Watch demostró rápidamente ser mucho más que un sencillo reemplazo de reloj. Su evolución hacia un dispositivo de salud y bienestar ha sido notable, con numerosas historias sobre sus funciones de monitoreo que han salvado vidas, relacionadas con la salud cardíaca y otros aspectos.
A lo largo de estos años, Apple ha logrado que el reloj se posicione como un gadget versátil, con estilos y funcionalidades diversas, consolidándose en el mercado. Mientras que el futuro del Apple Watch parece prometedor, hay intriga sobre el rumbo que tomarán los otros dispositivos de la marca, como el Vision Pro, que aún buscan un propósito claro. La versatilidad y la personalización del Apple Watch son, sin duda, parte de su atractivo.
Con muchas expectativas sobre lo que traerá la próxima década, el Apple Watch ha sido más que un simple dispositivo; ha sido un cambio relevante en mi vida diaria.