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Astronauta de la NASA anhela un regreso tranquilo tras su intensa experiencia hace 22 años.

El astronauta de la NASA, Don Pettit, regresará a la Tierra esta semana a bordo de una nave Soyuz. Su trayecto de regreso en esta cápsula rusa en 2003 fue realmente notable.

Don Pettit, un astronauta de la NASA, está a punto de regresar a la Tierra a bordo de una nave Soyuz rusa tras haber permanecido siete meses en la Estación Espacial Internacional. Este momento resulta propicio para recordar su sorprendente relato de su primer regreso a casa en una Soyuz en 2003. En su narración, Pettit detalla de manera vívida la experiencia extraordinaria de atravesar la atmósfera terrestre a una velocidad de cinco millas por segundo, y cómo problemas técnicos en la Soyuz transformaron su vuelo de regreso en una especie de prueba para futuras misiones tripuladas a Marte.

A medida que la nave se preparaba para su entrada de alta velocidad en la atmósfera hace 22 años, Pettit y sus compañeros, Ken Bowersox y Nikolai Budarin, se dieron cuenta de que la Soyuz tenía fallos en su sistema de navegación. Esto provocó que la cápsula cambiara de una entrada controlada y suave a una entrada balística, mucho más abrupta. “Este fue el primer vuelo de entrada de una Soyuz con una cabina actualizada, y estaba fallando”, escribió Pettit, mencionando que la experiencia era tan descontrolada como “una bola de cañón”.

Los efectos de una entrada balística resultan en una aceleración G superior a la de una entrada normal, con Pettit experimentando más de 8 Gs, en comparación con los 3 a 3.5 Gs típicos. “En mi traje espacial, pesaba alrededor de 1,700 libras”, señaló. Tras superar el difícil proceso de entrada, llegó el momento de la apertura del paracaídas, el cual fue acompañado de oscilaciones propias de una atracción de feria. Aunque el trayecto se estabilizó una vez que todos los paracaídas se desplegaron, el aterrizaje fue memorable.

“La Soyuz es conocida por sus aterrizajes bruscos”, comentó Pettit. Para disminuir el impacto, pequeños cohetes se activaron momentos antes del aterrizaje. A pesar de esto, el aterrizaje fue comparable a un choque en hora pico. Tras dar varias volteretas, la cápsula se detuvo de lado, a unos 100 pies del punto de impacto.

Debido a la física de una entrada balística, la cápsula aterrizó a casi 300 millas de la ubicación planificada. Después de que se abrió el paracaídas, lograron comunicarse brevemente con un avión de búsqueda y rescate, pero la conexión se perdió antes de poder informar sobre su entrada balística. Así, el equipo de rescate no sabía dónde estaban. De no haber sido por esta situación, el personal en tierra habría estado presente para asistirles.

Sin asistencia, los tres astronautas lucharon por salir de la cápsula y disfrutaron de un instante bajo el sol. “Fue agradable tumbarse en la tierra”, recordó Pettit, destacando el hermoso cielo azul y los aromas a tierra fresca. Dos horas tras su regreso, lograron hacer contacto por radio con un avión de búsqueda y, tres horas después, los helicópteros del personal de apoyo terrestre llegaron.

Pettit observó que su inusual regreso recordaba mucho a un viaje y aterrizaje en Marte. “Las similitudes son significativas”, comentó, mencionando que la experiencia de vivir en un entorno sin gravedad durante cinco meses era similar a la que un equipo experimentaría al llegar al Planeta Rojo. Además, pilotaron su propia nave a través de una maniobra de entrada de alta G, como podría suceder en Marte.

Las operaciones que llevaron a cabo tras el aterrizaje, como el aseguramiento de la nave, se asemejaban a las que realizaría un equipo en Marte. Afortunadamente, desde aquel difícil vuelo, la Soyuz ha recibido varias mejoras, lo que augura que el regreso de Pettit esta vez será mucho más suave.