
Marco Rubio cierra la oficina de anti-propaganda del Departamento de Estado y promete una secuela de los 'Archivos de Twitter'.
Con el cierre del Centro de Compromiso Global, el Departamento de Estado comenzará a investigar si las anteriores acciones de Estados Unidos contra la propaganda extranjera constituyeron una forma de censura hacia los ciudadanos estadounidenses.
El Global Engagement Center, una unidad del Departamento de Estado que señalaba las campañas de propaganda de Rusia y China y se convirtió en un foco de críticas especialmente entre los partidarios de Trump, ha sido disuelto. El equipo de Trump sostiene que esta acción es solo el comienzo de un análisis sobre la supuesta censura durante las administraciones de Biden y Trump.
El secretario de Estado, Marco Rubio, calificó esta medida como "un paso crucial para cumplir con la promesa del presidente de liberar el discurso estadounidense" en un artículo de opinión. Los críticos, sin embargo, argumentan que esta decisión forma parte de un esfuerzo más amplio de la administración Trump para retirarse de una lucha de ideas y de información que lleva décadas con adversarios de Estados Unidos.
En febrero, la Fiscal General Pam Bondi desmanteló un grupo de trabajo del Departamento de Justicia que se encargaba de la influencia extranjera encubierta y limitó drásticamente la aplicación de leyes que prohibían la propaganda secreta de gobiernos en el extranjero. La administración Trump redujo significativamente la organización que supervisaba a Voice of America, Radio Free Europe y Radio Free Asia, cuyo objetivo era ofrecer noticias y demostrar el valor de una prensa libre en regiones del mundo donde a menudo escaseaba. Según informes, estas emisoras alcanzaban a una audiencia semanal de 420 millones de personas en 63 idiomas. Un funcionario del Departamento de Estado criticó esta decisión, considerándola el "momento más vergonzoso en el departamento desde las purgas de los años 50".
Para los seguidores de Trump, el impulso por publicar noticias al estilo estadounidense en todo el mundo era un desperdicio de dinero público, y los intentos de combatir la desinformación en el extranjero eran vistos como esfuerzos para silenciar a los estadounidenses de derecha. El Global Engagement Center (GEC) se convirtió en un objetivo particular de estos señalamientos. Elon Musk incluso lo mencionó como "el peor infractor en la censura y manipulación de medios en el gobierno de EE. UU."
Originalmente creado durante la guerra contra el terrorismo para contrarrestar y monitorear mensajes militantes en el extranjero, el GEC se expandió durante las administraciones de Obama, Trump y Biden, creciendo hasta convertirse en una oficina de 120 personas y con un presupuesto de 60 millones de dólares. Este centro también rastreaba y exponía campañas de propaganda de naciones rivales. A lo largo de su funcionamiento, documentó un programa de influencia chino que iba desde Pakistán hasta América Latina y exploró cuentas de redes sociales que fomentaban el partido de extrema derecha alemán AfD.
A pesar de estar bajo la crítica ocasional de diferentes inspectores, el GEC solía recibir apoyo bipartidista. Sin embargo, esta situación empezó a cambiar tras la pandemia y la compra de Twitter por Musk, lo que llevó a cuestionar la agresividad del GEC en su lucha contra la desinformación relacionada con la COVID durante el mandato de Trump. Algunos críticos republicanos consideraban que el GEC no era lo suficientemente activo en su apoyo a Israel tras eventos en octubre. Otros cuestionaron una subvención del GEC destinada al Global Disinformation Index, que elaboró una lista de medios estadounidenses de mayor riesgo de publicación de noticias falsas, muchos de los cuales eran amigables con el MAGA.
Rubio afirmó que la historia del GEC muestra cómo Washington transforma objetivos públicos loables en herramientas para consolidar su propio poder y socavar la libertad de los estadounidenses. A pesar de ser desmantelado, el GEC ha dejado huella en el ámbito político, ya que la participación del centro en una campaña del Departamento de Estado que acusaba a medios financiados por el Kremlin no logró cambiar las percepciones de sus detractores.
Un acuerdo de diciembre para reautorizar fondos para el GEC se vino abajo tras la intervención de Musk. Aunque el centro fue oficialmente cerrado, cerca de 50 empleados y 30 millones de dólares fueron trasladados a un nuevo "Centro de Manipulación e Interferencia de Información Extranjera".
Marco Rubio, quien previamente se mostró favorable en la lucha contra campañas de influencia extranjera, ha adoptado un giro, sugiriendo que cualquier programa que conduzca a la censura de los ciudadanos será terminado. Aunque se esperaba que el nuevo centro contrarrestara la propaganda, existe la percepción de que su existencia no habría hecho más que agravar la controversia. Rubio ha declarado que se documentará lo sucedido en el GEC y se realizará una revisión exhaustiva sobre quién fue "desplazado" por la desinformación o propaganda extranjera.