
¿Se malinterpreta la eficiencia?
La eficiencia energética impulsa la sostenibilidad, la gestión adecuada y el crecimiento competitivo.
En el ámbito energético, términos como 'frugalidad' o 'eficiencia' a menudo se interpretan como una necesidad de renunciar a ciertas comodidades o de hacer sacrificios. Sin embargo, la realidad es que la eficiencia mejora considerablemente nuestra calidad de vida. Con el aumento constante de la demanda energética, la volatilidad de los precios y las presiones climáticas, la eficiencia se presenta como una opción con un potencial nunca antes visto. No se trata solo de desempeño operativo, sino que también abarca aspectos como rapidez, comodidad, resiliencia y sostenibilidad, además de un control mejorado.
Es fundamental considerar la eficiencia no como un beneficio complementario, sino como la base de un crecimiento inteligente y una industria esencial para el éxito de otros sectores. Esto permite que edificios, industrias y ciudades funcionen de manera más inteligente y sostenible, lo que mejora la calidad de vida de sus habitantes. Actualmente, la eficiencia es dinámica, digital y profundamente humana, y desbloquear su potencial es una de las acciones más poderosas que podemos hacer para acelerar la transición hacia un futuro bajo en carbono, al tiempo que fortalecemos los sistemas en los que dependemos diariamente.
La definición tradicional de eficiencia, que implica maximizar el valor con menos recursos, aunque sigue siendo relevante, ya no es suficiente. Ahora se trata de mejorar: operaciones más inteligentes, márgenes más sólidos y un control más agudo. Además, este enfoque es uno de los caminos más económicos y rápidos hacia la descarbonización. De hecho, su relevancia para alcanzar las metas de cero emisiones netas ha llevado a la IEA a declarar la eficiencia energética como el "primer combustible" en las transiciones hacia una energía limpia.
En economías avanzadas, la mayor parte de los ahorros en eficiencia se logran mediante la actualización de infraestructuras antiguas con nuevas soluciones eficientes, como el cambio a luces LED. No obstante, se pueden implementar cambios significativos que promuevan una mayor eficiencia, desde la mejora de la eficiencia en edificios hasta la sustitución de sistemas de climatización.
La IEA proyectó que mejorar la eficiencia energética podría resultar en una reducción anual de las emisiones relacionadas con la energía de 3.5 Gt CO2-eq (un 12%) en comparación con los niveles de 2017, lo que representaría más del 40% de la mitigación necesaria para alinearse con el Acuerdo de París. Los impactos climáticos de la eficiencia son considerables, pero el impacto más amplio en las organizaciones es la razón por la que este aspecto debe estar en el radar de cualquier empresa.
La digitalización y la electrificación se posicionan como los motores de la eficiencia moderna. En el trayecto hacia la descarbonización, aunque la eficiencia es fundamental, la combinación de electrificación y digitalización —lo que se denomina Electricity 4.0— multiplica su potencial. Ambas tecnologías por separado generan un impacto significativo, pero en conjunto, redefinen la eficiencia en diversas industrias, ciudades y hogares.
La electrificación implica reemplazar sistemas basados en combustibles fósiles por alternativas eléctricas, evidenciado en ejemplos comunes como bombas de calor, vehículos eléctricos o cocinas de inducción. Estas transformaciones pueden extenderse a escalas industriales con actualizaciones en procesos energéticos que requieren altas temperaturas. Estas tecnologías no solo son más eficientes, sino que, cuando son alimentadas por energías renovables, logran una reducción considerable de las emisiones. La electrificación, combinada con soluciones digitales, potencia aún más este proceso.
La revolución digital ha cambiado nuestra forma de entender y manejar la energía. Sensores inteligentes, dispositivos conectados y análisis avanzados ofrecen una visibilidad sin precedentes sobre cómo, cuándo y dónde se consume energía. Este enfoque basado en datos permite a las organizaciones identificar ineficiencias y solucionarlas. Más allá de esto, las herramientas digitales pueden gestionar la demanda eléctrica y equilibrar cargas de manera dinámica, otorgando a los usuarios un mayor control sobre el consumo de energía en función de la disponibilidad de fuentes renovables.
Por ejemplo, al instalar sistemas de gestión energético como termostatos inteligentes en el hogar, es posible ahorrar energía (y reducir facturas) aplicando el consumo exactamente donde es necesario. Esto no solo reduce costos y emisiones, sino que también ofrece un control preciso y comodidad, logrando que las habitaciones alcancen temperaturas específicas.
La eficiencia, antes considerada exclusivamente un método de ahorro, se está convirtiendo en un escalón para las organizaciones que buscan volverse más competitivas. Cada vez más, se reconoce que la eficiencia energética no debe ser una consideración secundaria, sino que debe formar parte de las estrategias en la sala de juntas, impulsando la rentabilidad, resiliencia y fortaleza de la marca.
Las empresas que consumen menos energía están menos expuestas a la volatilidad de los precios y a las interrupciones en las cadenas de suministro de combustibles fósiles. Con sistemas eléctricos y digitales inteligentes, incluso pueden participar en nuevos mercados energéticos, posicionándose como productores y consumidores de energía (prosumidores), contribuyendo así a asegurar el flujo de caja y las operaciones en el futuro.
Por último, invertir en eficiencia se traduce en ahorros a largo plazo. Muchas veces, implica también la adopción de equipos más modernos que pueden ofrecer beneficios adicionales que no se habían considerado en un principio. Los ahorros en facturas de energía pueden resultar en reducciones de costos de mantenimiento, y el enfoque en eficiencia hoy en día debe abarcar más que solo cifras monetarias; también debe contemplar el tiempo y los recursos que se pueden destinar a capacitación, investigación y desarrollo, o expansión global.
Se debe reconocer que la noción de eficiencia ha evolucionado y, si bien sigue siendo relevante, su significado y valor son mucho más amplios en la actualidad.