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De la presencia a la finalidad en la era híbrida

La ocupación está siendo malinterpretada como productividad.

En los entornos laborales híbridos actuales, a menudo se confunde la productividad con la actividad. Este fenómeno se manifiesta a través del sonido constante de teclados, múltiples llamadas de video continuas y un bombardeo incesante de notificaciones. Sin embargo, estas señales suelen ser solo indicaciones de actividad en lugar de verdaderos logros. La presión por estar constantemente visible ha superado el deseo de ser efectivos y productivos.

El trabajo real no siempre es "observable". Mucho del pensamiento valioso ocurre lejos del teclado, en momentos de profunda concentración y colaboración creativa genuina. Para lograr mejores resultados tanto para las personas como para las empresas, es necesario cambiar el enfoque de las horas trabajadas hacia la energía invertida. Este cambio de mentalidad implica que los líderes deben autoevaluarse; deben examinar cómo se distribuye la energía de sus equipos y determinar si realmente está avanzando a la compañía o simplemente manteniendo las cosas en movimiento.

En muchos lugares de trabajo modernos, especialmente con el aumento del trabajo remoto, es fácil confundir el movimiento con el progreso. Cuando los empleados no están físicamente presentes, a menudo sienten la necesidad de demostrar que están trabajando de otras maneras, como estar constantemente disponibles, participar en todas las reuniones o enviar actualizaciones constantes.

Esto genera una cultura de productividad performativa, donde el tiempo y las actividades visibles son sustitutos de la efectividad. Como resultado, los equipos pueden caer en un ciclo de trabajo reactivo, asistiendo a llamadas innecesarias, respondiendo mensajes y saltando entre tareas, mientras luchan por encontrar tiempo para concentrarse en el trabajo verdaderamente impactante. Este constante cambio de contexto puede ser ineficiente y mentalmente agotador, debilitando la atención y la creatividad. Además, refleja un problema más profundo: hemos creado sistemas que premian la visibilidad en lugar de los resultados.

La clave está en reconocer que el trabajo más impactante a menudo ocurre de manera silenciosa y en momentos de concentración ininterrumpida, que no siempre se reflejan en un calendario. Si seguimos igualando la productividad con la presencia física, corremos el riesgo de pasar por alto las contribuciones que realmente generan valor a largo plazo.

Los líderes empresariales deben cambiar su enfoque de contabilizar horas a considerar la energía como la medida de cómo se realiza el trabajo. Necesitan identificar qué tareas requieren un enfoque profundo, cuáles generan impulso y cuáles son solo una carga sin resultados reales. Evaluar la productividad desde la perspectiva de la energía brinda un enfoque más humano y realista, reconociendo que no todas las horas son iguales. Por ejemplo, una hora de pensamiento concentrado o de colaboración constructiva puede ser significativamente más valiosa que tres horas perdido en distracciones.

En última instancia, los empleados no necesitan métricas de rendimiento adicionales. Más bien, es necesario un enfoque organizativo que evalúe si están creando las condiciones adecuadas para un trabajo valioso y si sus sistemas y herramientas facilitan la concentración o, por el contrario, la interrumpen. Al dar prioridad a la energía, es más probable que se invierta en lo que verdaderamente importa, lo que podría implicar repensar la cultura de reuniones o simplificar procesos, además de enviar un mensaje a los empleados de que su juicio y contribución son valorados.

La tecnología debería hacer que el trabajo sea más eficiente, pero si se utiliza de manera incorrecta, a menudo complica las cosas. Las notificaciones interminables y la necesidad de estar constantemente disponibles han creado un entorno digital ruidoso que impacta negativamente la energía. La próxima generación de tecnología laboral, especialmente la inteligencia artificial, ofrece la oportunidad de revertir esta tendencia, pero su valor radica en crear espacios para mejorar el pensamiento, en lugar de simplemente esperar una mayor velocidad de salida.

Cuando se detiene el tiempo en cómo se usa la tecnología, se puede reducir la distracción y reservar tiempo para el trabajo que realmente importa. No obstante, esto requiere un cambio en cómo adoptamos y diseñamos estos sistemas, orientándose hacia la utilidad, la claridad y el bienestar, en lugar de enfocarse únicamente en el volumen y la velocidad.

La verdadera cuestión radica en no solo medir la energía, sino también en respetarla, para que los flujos de trabajo, los equipos y las herramientas estén alineados con la manera en que las personas trabajan mejor, en lugar de cuán rápido puedan responder. Haciendo esto, las empresas pueden disminuir el ruido digital y crear un espacio propicio para ideas más sólidas, una colaboración más efectiva y un progreso significativo.